Apetitos afilados. Dientes entonados. Oídos hambrientos.

jueves, diciembre 11, 2008

Música sin fronteras

Hace unas semanas estuve en un concierto del Festival de Jazz de Madrid. Los más puristas dirán que de jazz no tenía nada: Baldo Martínez exhibía su Proyecto Miño, en el que fusionaba (¿se nos permite decir esta palabra?) la música tradicional de las orillas de este río con el jazz en su vertiente más heterodoxa: como si Gerswhin hubiera nacido en Orense. El contrabajo de Baldo dirigía su mini-orquesta compuesta de saxos, zanfonas, darbukas, trompeta, batería… dejando que las melodías tradicionales y las modernas se las apañaran mutuamente, sabiendo que tenían que llegar a un común entendimiento. Al finalizar el concierto, Martínez (que antes había dado un tirón de orejas al Ayuntamiento por organizar un festival de jazz pero cerrar, hace menos de un mes, uno de los locales más vitales en la difusión de esta música, el Bogui) dijo algo inusitado: ¡en disco suena mejor!

Poco después le tocó el turno a Avishai Cohen, que hacía las veces de cabeza de cartel (no se puede hablar de telonero y artista principal, pues el concierto de Baldo Martínez y su Proyecto Miño duró una hora) del día en el teatro Fernán Gómez —antes, Centro Cultural de la Villa—. Le había visto anteriormente en el Complujazz, a principios de julio, en un concierto más ortodoxo que acabó, sin embargo, con Cohen tocando al contrabajo (con arco) y cantando al unísono una melodía tradicional judía. El pasado domingo ya no era un trío clásico de jazz, sino que su banda estaba compuesta por piano, percusión, trombón, flauta, guitarra y cantante, además del propio Cohen como voz principal y contrabajo, pasando en ocasiones al bajo eléctrico.

El cometido de tal grupo era unir el jazz con la música tradicional judía, pero decir eso se le queda corto. A veces, puro jazz, con improvisaciones largas y libres, otras veces se volvía pop, sobre todo cuando le daba al bajo eléctrico, e incluso hubo un momento para el flamenco («con todo nuestro respeto») y el propio Cohen interpretó una emocionante versión de Alfonsina y el mar acompañándose únicamente del contrabajo. Al final, como si de una estrella del rock de estadio se tratara, nos hizo corear a todos el último tema, cosa que a mucha gente allí le sorprendió (cosas de venir a un concierto de jazz en un teatro).

Dos reflexiones: el jazz surgió de la mezcla de las concepciones africana y europea de la música. ¿Es ajeno al espíritu de este que mezcle otras concepciones y otras tradiciones musicales, que si bien estuvieron en contacto con la música clásica europea anteriormente siempre lo hicieron con complejo de inferioridad? ¿Hubiera sido diferente si en lugar de la música africana hubiera sido otra la que, libre del pasado, se hubiera fusionado con la europea?