Apetitos afilados. Dientes entonados. Oídos hambrientos.

jueves, octubre 02, 2008

¡Baila!

Si el baile es la expresión vertical de un deseo horizontal, el rock es la expresión espiritual de un deseo carnal. Dos cosas distintas, el mismo deseo. Y, sin embargo, hubo un tiempo en el que al rock se le había olvidado mover el esqueleto.

Y es que el rock’n’roll servía precisamente para eso: bailar. Por eso fue una revolución: cuando simplemente escuchas, pareces alguien pacífico y fácil de controlar. Cuando te pones a bailar locamente eres peligroso, aunque sólo hagas el pogo.

La evolución de ese rock’n’roll primigenio fue Jimi Hendrix, Led Zep y la calaña (cariñosamente hablando) habitual. Y, cuando alguien se fijó en que aquella música, además de ser divertida, era profunda, o mostraba más conocimiento musical del que podría esperarse, todo cambió: bailar era una cosa fútil, el rock era mucho más (serio) que eso. Era una necesidad de expresión. Y vinieron los llamados dinosaurios: ¿de verdad que te apetecía divertirte en una fiesta con desarrollos cuasi instrumentales de 15 minutos? Pues vaya.

El punk sirvió para seguir divirtiéndose con el rock. Pero hizo falta gente como Gang of Four para que esa diversión se materializara en algo más que movimientos espasmódicos y saltos descontrolados. New Order (¿New Order es punk? No, ¿verdad?) también contribuyó a ello, pero, ¡ah!, eran los 80 y todo se había llenado de tecladitos, bases programadas y lucecitas que poco tenían que ver con la crudeza del rock.

Y eso, que al rock se le olvidó bailar.

Hasta esta nueva década de la cual llevamos ya ocho años. Quizá nos cansamos de que se asociara baile a la electrónica: ¿si te gusta bailar en una discoteca es porque te gusta el house?

Y llegaron efebos dispuestos a hacernos mover los pies con una sonrisa en la cara: Franz Ferdinand, The Rapture, Radio 4 (estos además le añadían la carga política de sus “papás” Gang of Four)… pero también LCD Soundsystem o !!!. Todos invitan, de una manera u otra, a bailar sin complejos. También aparecieron émulos españoles como Mendetz o Standard.

Más lúdicos o reivindicativos, el rock recuperó la alegría que había perdido tras la seriedad del grunge y de los grandes de los 90: Placebo, Smashing Pumpkins, etc. Unos tipos tocando guitarra, bajo y batería también pueden ser divertidos.


2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Muy interesante el artículo, aunque ya imaginarás que como fanático del grunge no estoy de acuerdo con la última parte. No creo que las canciones de Nirvana, de Pearl Jam, o incluso de Alice In Chains, sean poco bailables. Todo depende de lo que se entienda por baile. He estado en un concierto de Pearl Jam en el que no he parado de brincar moviendo todo el cuerpo de forma tan violenta que al dia siguiente me dolían los huesos. En esos momentos creo que cualquier tío es mucho más peligroso que si se balancea como un estúpido al son de acordes vacíos como los de Franz Ferdinand o LCD Soundsystem. La música debe recuperar ese espíritu combativo y de alerta que tuvo en los 70 y los 90 y se perdió en la segunda mitad de los 80 con las discotecas y una vez que se agotó el primer estallido punk.

6/10/08, 17:09

 
Anonymous Anónimo said...

Se podría decir que lo mismo pasó en el jazz, cuando después de sus inicios bailables llegó el bebop y se convirtió en algo serio. Y es que la música es algo serio y el baile es ridículo.

8/10/08, 17:20

 

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