Apetitos afilados. Dientes entonados. Oídos hambrientos.

miércoles, julio 16, 2008

Algún jueves

Creo que este año no voy a ningún festival: ya he visto a muchos grupos y... tampoco hay mucho dinero. Incluso para el Ola, aunque Björk es una de mis cuentas pendientes (cada vez menos, pero la lista sigue siendo amplia).

A veces estamos tan pendientes de los festivales que nos olvidamos de lo que es un buen concierto. Punto. Vas, te colocas en un punto determinado, escuchas la música y ves a los tipos haciendo el ganso, dando las gracias entre canción y canción y despedirse con una sonrisa porque ahora viene el obligado bis, como si fuera un ritual. Y luego, simplemente, sales, te tomas algo con el colega que te ha acompañado, no hace falta ni siquiera hablar de lo que hemos visto, y te vas tranquilamente a casa, sabiendo que has pasado un buen rato. A veces, lo de que la felicidad está en los pequeños detalles es cierto.

Pues bien, el jueves fui al concierto de Bonnie Prince Billy. El concierto comenzaba a eso de las 9 y media, antes tocaba un cantautor llamado El Hijo (según parece, si un cantautor canta y toca como podría cantar y tocar cualquiera que apenas supiera cantar y tocar, mola dentro de la comunidad indie oficial), del que vi tres o quizá cuatro canciones. Estaba en la parte de arriba de la Joy, y cuando fui a por cerveza, con la tranquilidad de no perder el sitio, me dijeron que hasta que no fuera horario de noche no se podían servir botellines, y te la daban en vaso de plástico.

El concierto empezó y ahí estábamos Bea y yo, atentos a la música, algún que otro comentario entre canción y canción, lo normal. Will Oldham parecía un loco, con sus barbas, sus pelos despeinados y esa especie de pijama que llevaba y que no paraba de subirse el pantalón para enseñar las pantorrillas. Y además el micrófono lo tenía demasiado bajo. Sacando a pasear el nuevo repertorio y rehaciendo antiguos temas acompañado de su actual banda: podría buscar los nombres por internet, ¿qué más da? Sólo sé que era una violinista, un percuta, un contrabajo y un guitarra, y que todos menos el percuta (un portento) cantaban.

El concierto acabó pronto, era jueves y fuimos a cenar algo. Luego después, cada uno a casa. Yo tuve que esperar al siguiente autobús, el primero se me escapó por los pelos.

Dio igual, la sonrisa de felicidad que me había imprimido el loco barbudo todavía me duraba.

2 Comments:

Blogger Leia said...

Algún jueves te despediste diciendo que ibas a ver al tipo del pijama y como me picó la curiosidad busqué cosas de él y suena bastante curioso.

Creo que cualquiera que se considere "artista" debería seguir el ejemplo de Julian Schnabel y vestir con pijama.

16/7/08, 18:40

 
Blogger Ángel said...

Gah! Me juras que la Joy suena medianamente bien como para acoger un concierto de este estilo? Obviamente, nunca he estado, pero me suena raro.

Ah, y una denuncia, lo de los vasos de plastico en los conciertos es deleznable, es herencia directa de los salvajes de aqui que se dedican a lanzar la bebida hacia el escenario, contenedor incluido. No empeceis a hacerlo alli...

20/7/08, 20:41

 

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