Apetitos afilados. Dientes entonados. Oídos hambrientos.

sábado, octubre 11, 2008

Ah, el sonido

Una de las cosas que más me gusta de la música es el sonido. El timbre. Más allá de la melodía o la armonía, si un tema no tiene un buen sonido, no me llega. Por ejemplo, Editors. Tienen buenos temas, pero están cutremente producidas. Incluso en jazz o música clásica, la "limpieza" de la producción a veces me parece poco atractiva. Habrá quien diga que prefiero el envoltorio al contenido, para qué le vamos a sacar de esa idea.

Hay otros músicos, otros discos, otras canciones, que me atrapan simplemente por su sonido. Por ejemplo, Midlake: a los pocos segundos de mi primera escucha de Roscoe ya sabía que me iba a gustar, ese sonido setentero era perfecto. O los discos de jazz de los 40-50. Muchos temas de R'n'B me gustan sólo por cómo suenan (el productor, en este estilo, también es la estrella).

Quizá por eso mis guitarristas favoritos han sido los que tienen un sonido característico suyo, como Brian May o Johnny Greenwood. Y, claro, por encima de todos, The Edge. A cualquiera que le preguntes por sonido, te citará al componente de U2. Un sonido característico y muy rico, único, es el ejemplo perfecto citado por todos.


La pena es que los solos de The Edge, cuando los hace, son muy buenos más allá de su sonido.

1 Comments:

Blogger The Beautiful Taste said...

Sin Daniel Lanois, The Edge no tendría el sonido que tiene. Te invito a introducirte en su mundo empezando por su penúltimo álbum instrumental, Belladona. No saldrás jamás. Apabullante.

Y otras vueltas al mundo de los hipopótamos. Te espero el 8 en Madrid. ¿Te veo este sábado? Abrazos explosivos.

16/10/08, 22:24

 

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