Clásicos para gafapastas desprejuiciados: La leyenda del tiempo, de Camarón
¿Flamenco? Sí. ¿Vas a comentar un disco de flamenco? Sí. Un disco que no vendió más de 5.000 copias cuando salió, en 1979, y que enseguida fue repudiado por los amantes del género. Todos consideraban que a Camarón (fue precisamente en este LP cuando eliminó el “de la Isla”) se le había ido la olla: bulerías cuyo compás lo marca la batería, solos roqueros, un moog haciendo de las suyas por ahí, una rumba tropical además compuesta por un payo que se hace llamar Kiko Veneno. Además, el primer disco sin el guitarrista que le acompañó durante tantos años, Paco de Lucía: ahora van con él otros dos, jovencísimos, Tomatito y Raimundo Amador.
Pero a lo que íbamos. El disco es perfecto de principio a fin. Punto. Salido de una época en que las fusiones todavía no eran conocidas como fusiones, Camarón se acercaba sin complejos al rock, sin dejar de ser nunca flamenco y seguir a rajatabla sus reglas… pese a que de vez en cuando le diera por innovar más de la cuenta.
Todo en él está medido milimétricamente: grandes canciones, letras con arte (tomadas de poemas de Lorca y Fernando Villalón, entre otros), solos que entran en el momento justo, arreglos que mezclan de forma justa la tradición y la ruptura, y por encima de todo la estupenda voz de Camarón, perfecta en tempo y afinación, desgarradora, agudísima.
El disco comienza con unas palmas en “fade in”, entrando desde la lejanía y el silencio, luego una guitarra que empieza a rasguear frenética, y al instante aparecen bajo y batería rompiendo esquemas: a partir de ahí todo es posible. El espíritu rupturista aparece en el disco en diversas formas: desde este principio, la canción que da título al álbum, aires de rock progresivo además en La Tarara, tropical en Volando voy (con solo de flauta y bajo incluidos) o psicodélico en Nana del caballo grande, con un sitar volando, con el que acaba el disco, que va desapareciendo en el tiempo y el espacio, dejando un vacío infinito. Pero la “pureza”, siempre relativa, también tiene su hueco, como en Romance del Amargo, Tangos de la sultana y otro buen puñado de temas inolvidables. La cuestión es que no importa la canción que sea en ese momento, simplemente tiene la grandeza de las cosas que permanecen.
Además, en la portada sale Camarón de perfil, con barba, entre sombras, solo iluminado por una luz lejana, fumando. ¿Se puede ser más cool?
Pero a lo que íbamos. El disco es perfecto de principio a fin. Punto. Salido de una época en que las fusiones todavía no eran conocidas como fusiones, Camarón se acercaba sin complejos al rock, sin dejar de ser nunca flamenco y seguir a rajatabla sus reglas… pese a que de vez en cuando le diera por innovar más de la cuenta.
Todo en él está medido milimétricamente: grandes canciones, letras con arte (tomadas de poemas de Lorca y Fernando Villalón, entre otros), solos que entran en el momento justo, arreglos que mezclan de forma justa la tradición y la ruptura, y por encima de todo la estupenda voz de Camarón, perfecta en tempo y afinación, desgarradora, agudísima.
El disco comienza con unas palmas en “fade in”, entrando desde la lejanía y el silencio, luego una guitarra que empieza a rasguear frenética, y al instante aparecen bajo y batería rompiendo esquemas: a partir de ahí todo es posible. El espíritu rupturista aparece en el disco en diversas formas: desde este principio, la canción que da título al álbum, aires de rock progresivo además en La Tarara, tropical en Volando voy (con solo de flauta y bajo incluidos) o psicodélico en Nana del caballo grande, con un sitar volando, con el que acaba el disco, que va desapareciendo en el tiempo y el espacio, dejando un vacío infinito. Pero la “pureza”, siempre relativa, también tiene su hueco, como en Romance del Amargo, Tangos de la sultana y otro buen puñado de temas inolvidables. La cuestión es que no importa la canción que sea en ese momento, simplemente tiene la grandeza de las cosas que permanecen.
Además, en la portada sale Camarón de perfil, con barba, entre sombras, solo iluminado por una luz lejana, fumando. ¿Se puede ser más cool?
P.D.: merece la pena saber más sobre este disco y lo que significó. La leyenda del tiempo
3 Comments:
Milton Malone,
felicidades por esta aproximación tan completa a uno de los mejores discos de la historia de la música. Canciones como "La leyenda del tiempo" y la versión de "La tarara" deberían constar en los prodigios musicales de todos los tiempos. Yo exagero, claro, por mis afinidades con Camarón y con Lorca. Y todo eso lo ha hecho un analfabeto con nombre de pescado. El trote frenético de la canción La leyenda del tiempo, cargada de instrumentos y precisa en su ornamentismo, la magia de esta canción es que cada instrumento tiene un lugar impecable, como si fuer auna pieza pensada para cada uno de ellos, una pieza para batería, a la vez una pieza para bajo, y para palmas, y para guitarra, flauta y órgano -hammond, supongo-; la mezcla resultante, claro, no podía ser de otra manera. Y La Tarara donde parece que todo pase entre los silencios que enlazan esos bloques saturados de música. Por otro lado, un disco muy oriental. La verdad, ¿de dónde lo sacaba el Camarón? De su Isla, claro, de la posibilidad de una Isla...
2/3/08, 21:25
Ingrid, gracias, este disco me parece una de esas raras conjunciones de astros, de astros musicales, de forma casi espontánea, sin otra razón que la música, comandada por Camarón. Y, bueno, el órgano es un moog, pero ya has puesto en marcha los mecanismos morbosos de mi imaginación para saber cómo sonaría si hubieran metido un hammond...
5/3/08, 10:45
glups, vaya, un moog. Adelante pues con los mecanismos...Seguimos
5/3/08, 21:08
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