Manos
A un músico se le reconoce. Quiero decir, a un músico de verdad. Son personas diferentes, dan la sensación de vivir el tiempo de distinta manera que el resto de los mortales, como si conocieran los entresijos del alma y se despreocuparan de los mil y un detalles que distraen nuestra atención cada día. Transmiten una extraña serenidad.
Pero si algo me fascina de un músico son las manos. Se reconocen en seguida: son manos fuertes, labradas a lo largo de años hasta adquirir a veces cierta deformación que, en lugar de quitarle su belleza, la caracteriza. El caso más extremo es el de los contrabajistas, con dedos que parecen morcillas, el meñique retorcido y mirando hacia la palma como si fuera una garra. Y aún así, es una mano hermosa.
Paradigmáticas son las manos de los pianistas. Además, la derecha como la izquierda están igualmente trabajadas, tanto que sus dedos a veces tienen el doble de tamaño que unos normales: se me quedó grabado el meñique (de nuevo, es el más pequeño y débil de los dedos, y por eso el que más se desarrolla) de Horacio Icasto, enorme, que pisaba las teclas con una seguridad y una fuerza aplastantes.
La seguridad por la que las manos se desplazan a través del instrumento también es bella, también transmite esa extraña serenidad que percibo cuando estoy en un concierto. Ya sea a través de un teclado, del sinfín de llaves de un saxo o del mástil de una guitarra. Las manos de guitarristas son diferentes a las de los pianistas: más delgadas y ligeras pero igualmente fuertes. Ese contraste entre fuerza y delicadeza las hace especiales, sobre todo las de los guitarristas flamencos. Ver la mano derecha de uno de ellos atacando velozmente las cuerdas no tiene precio.
A veces, en un concierto, miro para otro lado para que lo que veo no me distraiga de lo que escucho.
3 Comments:
Te has olvidado de los bajistas.
12/2/09, 11:37
Deduzco que los cantantes no son músicos...
12/2/09, 15:38
http://hipopotamosalaescucha.blogspot.com/2008/09/cantar.html
13/2/09, 10:47
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