Sequía
A veces, este blog parece más bien un diario de mis confesiones musicales más íntimas. Descubriéndome, sin poder esconderme en ningún sitio, quedándome indefenso y mostrando todos mis puntos débiles, dejándome conocer sin más. Y el peligro es mayor cuando llevo un tiempo sin publicar nada, cuando para mantener este sitio con vida —o para conservar mi pobre estatus— necesito rebuscar es mis experiencias musicales más sagradas, exponiéndolas al criterio del lector ocasional. Puro exhibicionismo sonoro, armónica morbosidad.
Ahí va más leña al fuego.
Me estoy aburguesando. Cada vez que toca renovar el contenido del ipod, van cayendo más discos antiguos, ya digeridos. La apatía me hace rechazar el pop sencillo y continuista, la pereza me hace eludir las experiencias más radicales. Regreso a mis clásicos. Como mucho, completo discografías de artistas de dilatada carrera (Caetano Veloso, Tom Waits).
A las últimas cosas que me han pasado ni siquiera les doy muchas oportunidades. ¿Has escuchado esto? Pues no, ¿pretendes que lo haga?
Hubo un tiempo en que vaciaba el ipod al completo —o el Creative Zen, al que tenía mucho cariño y me gustaba más— y lo llenaba de discos inéditos para obligarme a escuchar cosas nuevas. Enseguida me arrepentía, pero ya no podía dar marcha atrás. O me forzaba a escuchar todas las canciones antes de renovar el contenido. Bien, creo que eso ahora ni se me ocurriría.
No es la edad, es la pereza.
Ahí va más leña al fuego.
Me estoy aburguesando. Cada vez que toca renovar el contenido del ipod, van cayendo más discos antiguos, ya digeridos. La apatía me hace rechazar el pop sencillo y continuista, la pereza me hace eludir las experiencias más radicales. Regreso a mis clásicos. Como mucho, completo discografías de artistas de dilatada carrera (Caetano Veloso, Tom Waits).
A las últimas cosas que me han pasado ni siquiera les doy muchas oportunidades. ¿Has escuchado esto? Pues no, ¿pretendes que lo haga?
Hubo un tiempo en que vaciaba el ipod al completo —o el Creative Zen, al que tenía mucho cariño y me gustaba más— y lo llenaba de discos inéditos para obligarme a escuchar cosas nuevas. Enseguida me arrepentía, pero ya no podía dar marcha atrás. O me forzaba a escuchar todas las canciones antes de renovar el contenido. Bien, creo que eso ahora ni se me ocurriría.
No es la edad, es la pereza.