A veces oigo voces
Me gustan las cosas bien hechas. Y las canciones bien cantadas. Hace unos días me puse el último disco de Bill Callahan, Sometimes I wish I were an eagle, nacido, según me contó Jorge Regula (atiende: cotilleo indie o de bajura), tras su ruptura sentimental con Joanna Newsom (¡bien!) y me estremecí nada más escuchar su voz.
Si en un concierto alguien desafina pongo expresión asesina al instante, y la mayoría de cantantes de grupos españoles me parece que se deberían dedicar a otra cosa. ¿Cómo puede esto compatibilizarse con, por ejemplo, que ninguna versión de Love will find you in the end, de Daniel Johnston (al que me ha llegado el momento de descubrirle), supere a la original por muy bien interpretada que esté? Johnston la canta con urgencia, con prisas, como si lo estuviera pasando mal y quisiera que se acabara pronto, con un fraseo torpe, sin cuidado por empastar la voz y además aporrea la guitarra. Pero el corazón se le sale por la garganta, y cuanto más la escucho más me acongoja.
Otro ejemplo: hace poco vi un video de una actuación de Bob Dylan en el 66. El mito estaba rebosante de juventud y, probablemente, de alguna que otra sustancia de dudoso prestigio. No canta Like a rolling stone, la aúlla. Está completamente desquiciado, ido, se va de tono y de tempo todo el rato. He visto pocas interpretaciones tan fascinantes. En general, cantar canciones de Bob Dylan no tiene sentido, porque hay que cantarlas como Bob Dylan. Porque, a no ser que seas un artista tan personal como Jimi Hendrix (o Kiko Veneno), la cosa va a perder su encanto.
Para colmo de esta esquizofrenia mental, Wilco cada vez me gustan más porque tienen su sonido (y sus voces) más apuradas, y soy de los que defienden a Ella Fitzgerald, el savoir faire, frente a Billie Hollyday, la garra.
Ey, Mr. Johnston, le espero en el psiquiátrico.
Si en un concierto alguien desafina pongo expresión asesina al instante, y la mayoría de cantantes de grupos españoles me parece que se deberían dedicar a otra cosa. ¿Cómo puede esto compatibilizarse con, por ejemplo, que ninguna versión de Love will find you in the end, de Daniel Johnston (al que me ha llegado el momento de descubrirle), supere a la original por muy bien interpretada que esté? Johnston la canta con urgencia, con prisas, como si lo estuviera pasando mal y quisiera que se acabara pronto, con un fraseo torpe, sin cuidado por empastar la voz y además aporrea la guitarra. Pero el corazón se le sale por la garganta, y cuanto más la escucho más me acongoja.
Otro ejemplo: hace poco vi un video de una actuación de Bob Dylan en el 66. El mito estaba rebosante de juventud y, probablemente, de alguna que otra sustancia de dudoso prestigio. No canta Like a rolling stone, la aúlla. Está completamente desquiciado, ido, se va de tono y de tempo todo el rato. He visto pocas interpretaciones tan fascinantes. En general, cantar canciones de Bob Dylan no tiene sentido, porque hay que cantarlas como Bob Dylan. Porque, a no ser que seas un artista tan personal como Jimi Hendrix (o Kiko Veneno), la cosa va a perder su encanto.
Para colmo de esta esquizofrenia mental, Wilco cada vez me gustan más porque tienen su sonido (y sus voces) más apuradas, y soy de los que defienden a Ella Fitzgerald, el savoir faire, frente a Billie Hollyday, la garra.
Ey, Mr. Johnston, le espero en el psiquiátrico.
1 Comments:
Hay que ver lo bien que te ha sentado una semanita en Gijón...
21/9/09, 16:50
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