Apetitos afilados. Dientes entonados. Oídos hambrientos.

jueves, marzo 29, 2007

John Cale estuvo en el Apolo, yo también, ponedle foto

No es bueno vivir de la nostalgia, las cosas cambian. ¿Verdad John? John Cale dio un concierto al puro estilo rock & roll, tal como se destilaba en su mejor época (la del rock), pero no quizás la de John Cale. Nadie puede vivir de su pasado, y las medidas preventivas que el cantante adoptó para que la gente no fumase (respeto al asma que la edad le ha dado) y para que no le hiciesen fotos (respeto a un rostro que envejece con el tiempo) lo demostró. Un aviso en la puerta, otro desde el escenario, y el arsenal de seguratas repartidos por el Apolo lo corroboraban. Nadie va a matar a John Kennedy, quiero decir, que lo mataron, pero a John Cale nadie lo va a matar con una foto, él no preside el Estado (anárquico, por otro lado) del rock, está a su servicio. Admiro a éste músico que es capaz de crear discos con títulos tan sugerentes y esperanzadores como Music for a New Society, con una variedad de reparto aplaudible, desde recitales cantados con atmósferas nada convencionales (quizás baladas para las que aún no estamos preparados, baladas que rememoran un futuro por llegar), hasta grabaciones de textos literarios entonados por una voz femenina sobre una base sinfónica o la variación rock que hace del Hymno de la Alegría de Beethoven. Pero en el Apolo apostó por temas del rock & roll más clásico (cuando al cuerpo de tanto “rock” le cuesta “rollar”) y por algunas de sus piezas claves en este estilo que mezcla al cantautor (todos los grandes terminan recitando, el tiempo no perdona, como el viejo Cohen, el canalla Lou y tutti tanti altri) con la electrónica y el spoken poetry tan bien. Su pelo teñido y su camisa a cuadros quizás se acercaban más a la imagen que popularizaron Bowie y Reed en su Transformer pero con variaciones country. El rock ya no es lo que era: No fuméis, no os mováis (nadie bailaba y los pocos que lo hacían pasaban los cincuenta y tantos de edad –que no de whiskies, en las salas de concierto si uno no es abstemio los imposibles precios de las consumiciones lo promueven-). Pero John Cale es uno de los grandes incansables, renovando siempre su propio paso, el pie que calza, el camino andado, pasando de un tema saturado de matices a otro que sobrevive en su estribillo. Y aunque de nostalgia no se vive, todos sonreímos a la par cuando selló el concierto con Venus in Furs, hit de la Velvet Undergound con la que tocaba. Era más creíble aquel “I’m tired, I’m wearied, I could sleep for a thousand years, a thousand dreams, that would awake me, different colours, made of tears” de la canción que sus esfuerzos por perseguir con su voz el ritmo incansable del rock que empuñaba una buena banda. Letras que incluso han mejorado en sus discos en solitario, pero que en el escenario quedaban desfiguradas bajo los solos eléctricos de un jovencísimo y excelente guitarra. De hecho aún no he escuchado la mitad de lo que ha hecho en solitario, y de hecho, fue un precioso concierto (a pesar de las circunstancias) para recordar, aunque de nostalgia no se viva, aunque las viejas glorias estén muertas (casi tanto como los nuevos dioses que se venden en el mercado). Pero siempre habrá en la vida de todos los cualquiera como yo y los cualquieras que vendrán una “wild side”, unas “sunday mornings”, buscando esos perros de carreteras sin destino como el gran John Cale, furgando en la aventura inagotable del rock, y de la música en general, que no sólo de rock & roll vive el hombre. Mientras escribo tarareo “In dreams I walk with you. in dreams I talk to you. In dreams youre mine”, melodía soul que cantaba Orbison en la película Blue Velvet que acabo de ver. Rock& Soul. Cale & Lou. “Roll up the history books”.