Apetitos afilados. Dientes entonados. Oídos hambrientos.

jueves, enero 29, 2009

Estado de gracia

La primera vez que hablé de Animal Collective en este blog fue hace un par de años, cuando el último disco que habían sacado al mercado era Feels (2005). Les ponía como referencia de una psicodelia que no era nostálgica de los años 60, y aunque densos en ocasiones, también podían ser encantadoramente pop.

En el tiempo transcurrido desde aquel post primigenio les ha dado tiempo a sacar dos EP (People, de 2006, y Water Curses, de 2008) y otros dos hermanos mayores: Strawberry Jam (2007) y Merriweather Post Pavilion, aparecido hace tan solo tres semanas, y que los confirma como el grupo más en forma del panorama musical.

Strawberry Jam es enorme, avasallador, de los que marcan época, que no moda. Y Merriweather Post Pavilion, superada la impresión inicial, es maravilloso, quizá no tan redondo como el anterior, pero con personalidad propia, y con temas para el recuerdo (In the flowers, My girls, Summertime Clothes, Lion in a coma...).

Suele ocurrir que los creadores en su momento álgido pasan por una actividad febril, y dejan varias obras maestras en poco tiempo, deslumbrado a todo el mundo con una facilidad pasmosa. Quizá dos años entre estos dos discos no es un tiempo breve (se supone que la cadencia habitual de los grupos que están en forma es un disco bienal), pero analicemos la trayectoria de la banda y sus integrantes: se forman en el año 2000 en Nueva York (aunque sus miembros son todos de Baltimore). En 2003 lanzan, como quien no quiere la cosa, 3 LP: Here comes the Indian, Danse Manatee y Spirit they're gone, spirit they've vanished. Al menos el primero de ellos es una obra maestra, y los otros dos encierran magia en su interior. El trío bien podría formar una sola unidad estilística.

En 2004 sacan Sung Tongs, muy diferente a los anteriores y otra cota insuperable, y perfilan Hollindagain, su peor disco (son, a pesar de todo, mortales), que según allmusic.com se lanza en 2006. Un año después llega Feels, en el que comienzan a definir su estilo actual ("estilo", palabra muy peligrosa que me estoy resistiendo a usar en este post).

A partir de ahí relajan su actividad febril y sacan dos LP en cuatro años... Claro que también lanzan los EP que ya hemos citado. Además, en ese tiempo, Panda Bear, uno de los cerebros creativos de Animal Collective, graba tres álbumes, Avey Tare hace uno o dos y además el grupo colabora con múm y Black Dice.

¿Cuánto pueden dar de sí los estados de gracia?

viernes, enero 09, 2009

Que 50 años no son nada

Si no fuera porque lo leí el domingo pasado en el suplemento dominical de El País, no me habría enterado. No es que tenga mucha importancia, pero siempre es un buen momento para reivindicar uno de los instrumentos de gozo más eficaces de la música: Kind of Blue, de Miles Davis, cumple 50 años.

El reportaje del EPS (indescriptible la alegría que sentí al ver que dedicaban espacio a la música en esta revista, y más al jazz) estaba firmado por Diego Manrique, lo cual significa calidad, rigor y anécdotas suculentas. Como aquella con la que empieza: en una recepción en Washington a finales de los 80, Miles se presentó con una vestimenta bastante hortera, por lo que una mujer poco informada le preguntó qué méritos tenía para estar allí. "Bueno, he cambiado el rumbo de la música cuatro o cinco veces. ¿Qué ha hecho usted para estar aquí, aparte de ser blanca?", fue su respuesta.

No era un virtuoso, pero sí un hijo de puta. No hay mucha gente que hable especialmente bien de Miles. Tampoco se podía decir que fuera tiránico, pero tenía una personalidad tal que consiguió que varios de los mejores músicos de jazz de la historia, gente que no podría aceptar otra denominación que la de frontmen, como Bill Evans o John Coltrane (Cannonball Adderley y Paul Chambers también son unos genios, pero su personalidad es más "adaptable"), se juntasen bajo sus órdenes sin considerarse con el derecho a discutir algunas de las resoluciones de su jefe. A Miles no le hacía falta subir la voz para imponerse, igual que no le hacía falta demostrar ante nadie su valía musical. Él, simplemente, tocaba.

Y Kind of Blue, grabado en dos días, casi improvisado, es la piedra angular de su música, una de esas "cuatro o cinco revoluciones musicales", pero más allá de su valor histórico siempre quedará como una colección de canciones en las que el tiempo parece pararse, no tener prisa, y moverse entre la sensualidad y la melancolía. Miles decía que con este disco quería rendir un homenaje a su niñez, recuperarla. Quizá por eso todo es tan sutil, tan aparentemente difuso y nostálgico, pero a la vez cálido, como los recuerdos en nuestra memoria.