Terrorismo sonoro
La lista de discos de esta prolífica década ha estado horneándose a fuego lento, pero tranquilos, que sólo le queda gratinarse. Como en todas las clasficaciones, hay discos que se han quedado fuera, porque si no se quedan fuera un buen puñado de álbumes no sería una lista.
Dos de los que no han alcanzado el consenso suficiente son Xtrmntr de Primal Scream y Kala de M.I.A.
Quizá los dos mayores artilugios de terrorismo sonoro de los últimos diez años. El primero es un trallazo de punk electrónico obra de unos escoceses (Bobby Gillespie y Mani encabezan el cotarro) que, como el Guadiana, van dejando grandes grabaciones puntualmente para luego caer en una carrera algo irregular. Sin embargo, nadie les podrá negar si aportación ya desde sus anteriores grupos (Jesus & Mary Chain y The Stone Roses). Quién iba a pensar que diez años después de lo que parecía ser su cima creativa, Screamadelica (1991), se superarían a sí mismos con esta entrega de música combativa, electrónica cruda y algunos tintes de hip hop con muy mala hostia: sólo el título y la sirena aturdidora de Swastika eyes (el himno del disco, aunque yo prefiero otros cortes como Accelerator o Blood money, nombres tambien muy esclarecedores) hacen prever la lluvia de bombas que infesta los oídos del que lo escucha.
Si de combatir hablamos, no se puede dejar de mencionar a Mathangi Arulpragasam, más conocida como el acrónimo M.I.A. (missing in action). No en vano, es hija de uno de los líderes de la guerrilla tamil (apodado Arular, como su primer disco, de 2005), y ha sido acusada de hacer apología del terrorismo (es decir, de la violencia que no viene del Estado) en sus canciones. Si escuchas sus temas, aun sin entender las letras, sabes que no está diciendo "todos juntos podemos conseguir la paz", sino más bien "quita tu sucio trasero de encima" con el mismo desparpajo con que mezcla ritmos étnicos de su tierra (Sry Lanka, una isla cercana a la India), africanos e incluso un didgeridú australiano con música electrónica, o coge prestadas letras y ritmos de canciones demasiado famosas para pretender hacer un plagio (Roadrunner de los Modern Lovers o Where is my mind de Pixies en letras, Blue Monday de New Order en lo musical) y pervertirlo todo en un cóctel molotov directo al estómago. No denuncia al sistema como culpable sino que da nombres y apellidos, en eso se basa su fuerza: mi rabia no es impotencia, mi rabia es injusticia. Esta chica desayuna movimientos anti-globalización todos los días.
Mientras siga habiendo estas bofetadas sonoras, nos queda esperanza.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home