Apetitos afilados. Dientes entonados. Oídos hambrientos.

viernes, julio 25, 2008

Una recomendación rápida. Elbow: los chicos del barrio

Como con la mayoría de grupos que me gustan, llegué a ellos de casualidad. Y no podía ser de otra forma, porque nunca he visto que una revista especializada les dedique una portada. Es de esos grupos que, de estar (tampoco he visto que les hayan entrevistado), están en las páginas interiores, o si acaso en un recuadrito en la sección de críticas de discos. El hecho de ser mancunianos tampoco les favorece. Primero, por la proliferación de tantos grupos famosos en tan fea ciudad. Segundo, porque no tienen nada que ver con el rollo Manchester. Quizá hubo una confusión al nacer entre Bobby Gillespie de Primal Scream y Guy Garvey, porque Elbow parecen más de Glasgow que aquéllos, puro Madchester.

Descubrí a Elbow cuando hacía prácticas en la radio: entre canción y canción buscaba insistentemente cd's de mi gusto, extraviados entre tanto Alejandro Sanz y Paulina Rubio. Y encontré un single en el que, sobre un fondo azul, se veía una figurita de un hombrecillo, sin atributo destacable alguno, solamente una maleta al lado y un hueco con forma de corazón en el pecho. La canción era Fugitive motel, de lo mejor que ha dado este nuevo siglo.

A partir de aquí, siempre prestaba atención a alguna noticia relacionada con el grupo, pocas. Simplemente no llaman la atención de primeras, como su música: no es para bailar ni dar saltos ni nada. Tampoco es carne de radiofórmula. Es pop sencillo pero elaborado, que quiere expresar más allá de los clichés y que va poco a poco, sin darte cuenta, penetrando por las venas hasta llegar al corazón. "Prog without solos", comentan ellos con ironía.

Pasan tan desapercibidos que ni siquiera me he hecho con su discografía completa, aparecida toda en este siglo. Pero sí he escuchado profusamente sus tres últimos discos (de cinco) y todavía queda mucho por atrapar de ellos: A cast of thousands (2004), Leaders of the free world (2005) y The seldom seem kid (2008).

Y Fugitive motel... no sé, imaginaos que estáis en medio de ninguna parte en uno de esos largos y ventosos crepúsculos que da octubre y sentís la necesidad de llegar a ese sitio, no sabéis cuál, donde está la amada, quizá viendo la tele...


miércoles, julio 16, 2008

Algún jueves

Creo que este año no voy a ningún festival: ya he visto a muchos grupos y... tampoco hay mucho dinero. Incluso para el Ola, aunque Björk es una de mis cuentas pendientes (cada vez menos, pero la lista sigue siendo amplia).

A veces estamos tan pendientes de los festivales que nos olvidamos de lo que es un buen concierto. Punto. Vas, te colocas en un punto determinado, escuchas la música y ves a los tipos haciendo el ganso, dando las gracias entre canción y canción y despedirse con una sonrisa porque ahora viene el obligado bis, como si fuera un ritual. Y luego, simplemente, sales, te tomas algo con el colega que te ha acompañado, no hace falta ni siquiera hablar de lo que hemos visto, y te vas tranquilamente a casa, sabiendo que has pasado un buen rato. A veces, lo de que la felicidad está en los pequeños detalles es cierto.

Pues bien, el jueves fui al concierto de Bonnie Prince Billy. El concierto comenzaba a eso de las 9 y media, antes tocaba un cantautor llamado El Hijo (según parece, si un cantautor canta y toca como podría cantar y tocar cualquiera que apenas supiera cantar y tocar, mola dentro de la comunidad indie oficial), del que vi tres o quizá cuatro canciones. Estaba en la parte de arriba de la Joy, y cuando fui a por cerveza, con la tranquilidad de no perder el sitio, me dijeron que hasta que no fuera horario de noche no se podían servir botellines, y te la daban en vaso de plástico.

El concierto empezó y ahí estábamos Bea y yo, atentos a la música, algún que otro comentario entre canción y canción, lo normal. Will Oldham parecía un loco, con sus barbas, sus pelos despeinados y esa especie de pijama que llevaba y que no paraba de subirse el pantalón para enseñar las pantorrillas. Y además el micrófono lo tenía demasiado bajo. Sacando a pasear el nuevo repertorio y rehaciendo antiguos temas acompañado de su actual banda: podría buscar los nombres por internet, ¿qué más da? Sólo sé que era una violinista, un percuta, un contrabajo y un guitarra, y que todos menos el percuta (un portento) cantaban.

El concierto acabó pronto, era jueves y fuimos a cenar algo. Luego después, cada uno a casa. Yo tuve que esperar al siguiente autobús, el primero se me escapó por los pelos.

Dio igual, la sonrisa de felicidad que me había imprimido el loco barbudo todavía me duraba.

jueves, julio 03, 2008

Los ángeles

Un soplo de aire fresco por el colchón
y al poco una quietud sorprendente,
bajo cero el silencio del refrigerador,
cerré los ojos de ganas de verte.

Cuando noté que no estabas llegó el terror,
eché la culpa al alcohol que tomaba,
a la pinta del cielo, qué mala, por Dios,
y estaba muerto de miedo y cantaba
... y cantaba

No tienen sexo los ángeles,
no tienen sexo los ángeles.
Te quitaste de en medio con radipez,
como en la vez en que no supe nada.
El aire helado que fuiste y que vino a traición
quedó divino de muerte en mi espalda.

No pude darme la vuelta o mirar atrás,
cobarde ante una pared desnuda y blanca.
Por la mañana miré hacia el sol cegador
y vi la vida mejor y no me gustaba
...y no me gustaba

No tienen sexo los ángeles,
no tienen sexo los ángeles,
no tienen sexo los ángeles,
no...