Apetitos afilados. Dientes entonados. Oídos hambrientos.

domingo, diciembre 30, 2007

¿Pero cómo me he podido perder esto?


Pocas veces puedes escuchar un disco con la sensación de que ha encontrado un recoveco de ti que no conocías, que habías olvidad o que no alcanzabas a explicar bien. Grizzly bear lo han hecho con Yellow house, un disco que tardé tanto en dar con él (porque estaba ahí, en algún sitio, esperándome) que ni siquiera lo pude incluir en "Lo mejor del 2006 que he escuchado en 2007". Esa especie de country folk onírico parece provenir de lo más profundo de un bosque frío, en la mitad de alguna maravillosa ninguna parte. Pero estos chicos son de Brooklyn. ¡Son de Brooklyn! Pero hay un fino hilo de lana, invisible, que los une en emoción con Midlake, en el otro lado del país.


Una rara sensación, música que parece esfumarse nada más escucharla de la cabeza de uno, pero sus sensaciones permanecen. Como una ensoñación.

lunes, diciembre 17, 2007

Wala wala!

"[...]The Beatles, por su parte, crearon un estándar pop arrollador, aunque la vigenca de su repertorio se ha visto matizada a lo largo de las décadas: hoy la mención a Dylan sigue siendo universal y se observa entre las filas tanto del rock como del folk o de la canción de autor; no ocurre lo mismo con los Fab Four, cuya obra es hoy leída como banda sonora de una época. Resulto incluso más honda la huella de The Rolling Stones: actualmente no hay apenas grupos que suenen deliberadamente como The Beatles; sí los hay que operan, altivos, al calor del 'Exile On Main Street' (72) stoniano [...]".

Jordi Bianciotto, en Lucha de titanes, en Rockdelux, diembre 2007, pag. 35.

¡Ja!

sábado, diciembre 15, 2007

Demasiada música

Cada vez que leo la Rockdelux me angustio: tanta música, tantos grupos vitales, tantos estilos que ni siquiera puedo imaginarlos, tanto por escuchar y tan poco tiempo para ello.

¿Tienen sentido las listas, las clasificaciones, cuando el número de discos interesantes se acerca al infinito? Lo más chocante de la globalización es la conciencia de la enormidad del mundo, de lo que son y suponen seis mil millones de cabezas pensantes, seis mil millones de universos propios, personales e interconectados. Se asoma el abismo del relativismo, de la supresión de los absolutos que tanto necesitamos para tener una referencia, para no volvernos locos.

La opción más razonable es mantenernos en nuestro pequeño universo local, con nuestros gustos hechos a base de ínfimos retazos aleatorios de un todo tan grande que no existe, disfrutando de lo que tenemos a mano, de lo que podemos agarrar, sabiendo que sólo somos una piedrecita en medio de una carretera.