Apetitos afilados. Dientes entonados. Oídos hambrientos.

lunes, junio 18, 2007

BLIXA BARGELD



Es temporada alta de conciertos en Barcelona, una no da para todo, pero incluso se puede ser un maníaco reincidente. Yo lo hice con Blixa Bargeld, el vampiro elegante que acompañó durante mucho tiempo en la guitarra a Nick Cave y que ahora cavalga sin su Quijote y está más loco que él. Dicen que la mona aunque se vista de seda mona se queda, Blixa en sus oratorios tiene un humor excelente, pero en el pasado Sónar se vistió de “seda” y perdió toda su monería. Veinte minutos duró su intervención. En el escenario un japonés al multi-sampleado, un guitarra con un solo y persistente punteado y él gritando completamente loopado. La propuesta fue curiosa, pero de curiosidad no vive el pueblo. Al alemán le dijeron que el Sonar era el encuentro más “moderno” y por modernidad entendió “música de frenopático”. Es una lástima, porque dos meses antes lo vi actuando en el Apolo y regaló un maravilloso recital, con música, palabra y canto, con una pieza increíble que simulaba la creación del universo que construyó con su máquina de mezclas, sus pedales y micrófono en mano. No saber lo que puede llegar a hacer uno, te vuelve más tolerante supongo. Saber lo que podía hacer y no hizo y entrar en el Sónar para testimoniarlo, fue amargamente decepcionante. En la próxima ocasión, otro gallo cantará. De momento no estoy preparada para escuchar un concierto de “acople al infinito”. Del Primavera Sound no diré nada, aunque los viejos estuvieron bien (Patty Smith, Sonic Youth –cuando el acople sí era algo-…). Y de Woven Hand (ex patriados y militantes primordiales de 16 horsepower) os tendría que hablar quien me empujó a asistir a una de los mejores conciertos de los últimos tiempos, que son pocos, los justos, un par de cambios de pisos, cuatro empleos, alguna relación, lo normal.

miércoles, junio 13, 2007

Comparaciones

Sparklehorse + Dead Texan @ Botanique, 7-6-2007

Hay veces en las que ser telonero puede resultar muy duro. Dead Texan eran, a priori, una banda atractiva. Un chico y una chica, multinstrumentistas, muy guapos, monísimos con sus teclados, sus carillones y sus tres portátiles (Apple, por supuesto). Sin embargo, su música fue un auténtico sopor.

El público, muy belga de nuevo, hacía como que disfrutaba, pero no dejaba de bostezar. Las atmósferas envolventes y las melodías susurrantes que prometían terminaron siendo como un continuo anuncio del dolby sourround de los cines. Las proyecciones de videoarte resultaban monótonas y cursis. Todo el mundo se quería ir a dormir.

Pero luego llegó él.

Mark Linkous, alias Sparklehorse, transformó un concierto aburrido y pretencioso en un espectáculo sensible y emocionante. Sólo él con su guitarra, una maquinita con la que hacía ruidos y su micro distorsionado, acompañado por los músicos que unos minutos antes casi habían mandado a la gente a sus casas. Lentamente fue desgranando canciones de toda su discografía, esa mezcla perfecta entre tradición y experimentación, y tejiendo una actuación capaz de encoger el estómago.

Faltaron temas de su último disco, canciones con ritmo y algún clásico, pero la capacidad de Linkous para explorar los pequeños detalles de su música bastó para que todo el mundo se fuera contento.

Sparklehorse tiene fama de no ser un gran artista de directos, sino un genio del estudio. Seguramente porque toca sentado y no grita, o porque apenas habla, o quizás porque "pasa" de tocar muchos de sus temas más conocidos. Cualquier crítica es aceptable y la actuación de Linkous es, seguro, mejorable. A mí, de todas formas, me dejó con la sensación de haber visto algo único. ¿O puede que sólo fuese por la comparación con sus teloneros?

jueves, junio 07, 2007

Bailando

Architecture in Helsinki @ Botanique, 29-5-2007

Entraron dando saltos y se fueron igual. Entre medias, un público típicamente belga cumplía con el estereotipo y, como mucho, movía la cabeza al ritmo de la música. Así fue la visita de Architecture in Helsinki a Bruselas.

Desde la primera vez que escuché "In case we die", el último disco hasta la fecha de los australianos, creí que era perfecto para ofrecer un gran directo. Y no fue la bomba, pero todos nos lo pasamos muy bien. Un poco corto, quizá, pero compensado por el intercambio continuo de instrumentos entre los músicos, por su estética "naif" y por esa sensación de amateurismo tan de agradecer. No son virtuosos y tampoco lo pretenden, se conforman con hacer grandes canciones, y esa falta de pretensiones es, precisamente, lo que más me gusta del grupo.

Esa urgencia por cantar y por pasarselo bien sale a relucir en sus mejores cortes, los más pop. como "Wishbone" y "It´s 5". Eso, las voces chico-chica y unos desarrollos sorprendentes, sirven para montar un concierto más que aceptable. Podrían mejorar el sonido, podrían acercarse más a los arreglos de sus discos, podrían evitar un par de canciones con ritmos africanos y media banda a las percusiones, pero no podrían disfrutar más sobre el escenario. (Atentos a ellos para los festivales veraniegos, pueden ser un bombazo)

Era difícil, pero casi hicieron bailar al público. Casi. Lo juro. Yo moví un poco las caderas.