Apetitos afilados. Dientes entonados. Oídos hambrientos.

miércoles, mayo 28, 2008

De geniecillos

Siempre me han llamado la atención los personajes con ese tratamiento, quizá sea por el aura sobrenatural que emana de tal palabra, el aura demoníaca, por influencia directa del daimon de Goethe en nuestro subconsciente colectivo (no soy yo el que dice esto, sino Argullol, aunque él no comete la osadía de trasladarse a la cultural pop). Y dentro de la música popular hay unos cuantos, si bien a la mayoría de ellos, con el paso de los años, esa calificación se les iba quedando anticuada.

- John Lennon. El primero de todos, quizá el más importante. Tomó el pop y el rock que había en su época y dio un paso o dos adelante, jugando, experimentando, haciendo que la música que parecía ser sólo para que la escucharan los jóvenes en los bares abarcara cualquier momento vital, se podía hacer pop sobre cualquier cosa, sobre cualquier sentimiento. Aunque sin el inmenso talento del no-genio Paul McCartney todo se hubiera quedado en agua de borrajas y sueños sin materializar.

- Jimi Hendrix. Como el genio anterior, sigue siendo considerado de tal forma porque tuvo la suerte de morir cuando debía. Pero antes hizo de las suyas: cogió una guitarra eléctrica y montó un pollo tremendo, hecho a base de la sexualidad y el dolor -a lo mejor son la misma cosa- del blues y del empuje del rock’n roll. Expandir las fronteras se le llama a eso. Su música tiene tanta pasión acumulada que los hippies no consiguieron apropiarse de su legado. Gracias a dios.

- Brian Wilson. Hizo varios temazos que podrían estar todos en la lista de las diez mejores canciones de la historia, y sería una lista justa. Aparte de eso, tenía un grupo llamado los Beach Boys que no estaba mal del todo. Él sí lo estaba.

- David Bowie. A éste no se le suele llamar genio por varias razones: porque los comienzos de su carrera son algo oscuros, no apareció como un rayo en medio del panorama musical de la época, aunque yo creo que es por ser demasiado listo y elegante para permitirse tal calificación. O puede porque simplemente no lo sea: en sus muchísimos discos también hay morralla, y no sólo en los de las dos últimas décadas. Pero si me quitan el Hunky Dory o el Ziggy Stardust, muerdo.

- Prince. El envoltorio de su música ha quedado, definitivamente, anticuado. Pero cuando te quitas los prejuicios de encima descubres todo su potencial creador y un sentido del soul y del funk que Michael Jackson se dejó olvidado en la década de los 70.

- Björk. Tras siete discos en solitario, se mantiene. Y cómo: en este nuevo siglo hay pocas canciones tan enérgicas como Declare independence. Le dio alma a la electrónica, la obligó a hacer las paces con el pop y le quitó los complejos de encima a base de experimentar sobre la experimentación. Y ya de paso creó un apasionante universo propio, rico y frágil, como su voz.

- Beck. Vale, después de Sea change ya nadie le considera genio, pero fue el último que he oído ser proclamado así a los cuatro vientos por la crítica internacional. Curioso: después de él parece que no se atreven a mentar al nuevo gran salvador de la música. Y Beck tiene ya una edad: ¿nos habremos secado de genios?

Bonus track: Phil Spector. Para algo produjo a todo dios, y de forma tiránica, en la década de los 60, inventó el muro de sonido y demostró que una grabación no tenía por qué ser lo más idéntico a la realidad que se pudiera: por así decir, le dio al disco entidad –y dignidad– propia. Además tocaba todos los instrumentos que se le pusieran por delante, y lo hacía bien. Por supuesto, en un par de años se volvió loco, si no lo estaba ya, se echó amantes tetudas sin cerebro y estuvo acusado de matar a una de ellas.


martes, mayo 20, 2008

Yo pasaba por aquí...

Quien se haya pasado una vez o dos por aquí ya sabe que los temas que suelen aparecer no recorren los típicos caminos transitados por un blog de música. Me importan bien poco las novedades, lo que está de moda, lo que puede ser objeto de la opinión pública, aunque eso no quiere decir que no haya cosas que me interesen: la prueba es ese post que llevo planteándome desde el principio de los tiempos sobre lo que ha supuesto Internet para el cotarro musical.

Tampoco suelo hablar de los conciertos a los que voy, pocos. Las cosas que me inspiran para escribir son de lo más inusitadas, una sensación más que una gran idea (que, visto lo visto… pocas), y aunque alguna vez he hecho algún artículo “por encargo”, no sé si en este blog, pero sí en otro, sólo lo hice porque me resultaba interesante, porque pensaba que podía contar algo.

Este blog es un pequeño oasis musical ajeno a las tendencias, al mundo bloguero y casi a cualquier persona. Tampoco cuelgo canciones, aunque me lo hayan dicho algunas veces, porque la calidad de sonido de esos inventos es muy pobre, y mi pereza es mucha. Por aquí es bienvenido quien sea, hay total libertad para hablar sin limitaciones de ningún tipo -exceptuando la gramática- porque el primer paso para señalar las carencias de los demás es exhibir las propias.

Todo esto viene por una sensación de deuda pendiente, de un concierto en el que me lo pasé en grande, Irene Shams y Horacio Icasto en el Café Berlín hace más de un mes. Sentía que en agradecimiento (y porque alguien me lo sugirió como réplica a otro blog en el que se decían bastantes estupideces, no únicamente sobre los artistas sino sobre el sitio, demostrando la ignorancia del autor en lo que a salas de conciertos se refiere, y viniendo de quien venía era grave) debía escribir algo, dar un mínimo de publicidad, o mejor, ofrecer a la gente la posibilidad de ser más felices a través de la música. Pero faltaba la idea que hiciera saltar la liebre sobre el teclado, un hilo conductor que sirviera de excusa para ese ejercicio de onanismo mental que sería recordar tan buenos momentos.

Y la liebre saltó. Ayer estaba mirando standards para poder tocar con unos colegas, buscando partituras y versiones en el Youtube, cuando por casualidad apareció por ahí Lullaby of Birdland. En un instante salté hacia atrás en el tiempo, a cuando estaba disfrutando en primera fila de la energía que desprendía el cuarteto de Shams, cantando una versión que nada tenía que envidiar a la de Ella Fitzgerald. Y los recuerdos se agolparon: el repertorio elegido con tremendo gusto, la calidez y la presencia vocal de la Shams, los solos cristalinos y pletóricos de Icasto (creo que es la vez que más me ha gustado de las cuatro que le he visto), los toques latinos, brasileños, el swing, Bach, ese segundo pase pletórico en que los momentos de auténtico gozo se encadenaban uno tras otro…

Simplemente, cuando las cosas salen bien, todo fluye.

lunes, mayo 12, 2008

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¡Repitan todos conmigo!

jueves, mayo 08, 2008

Desierto

Hace una semana cambié por completo la música de mi ipod. Mi intención era hacer un recopilatorio de música de los 80 a un amigo, no especialmente melómano, que ya recibió las primeras entregas de este recopilatorio por décadas. Cuatro gigas de música llena de sintetizadores, baterías electrónicas y luces de chiribitas.

Hace una semana que publiqué el último post. Me están entrando ganas de escribir algo de nuevo pero… parece que la inspiración está en otra parte. Tomo mi ipod, lo enciendo, lo escucho y nada. La música de los 80 no me está motivando. Ni Culture Club, Tears for fears, Guns and roses, Jesus and Mary Chain (bueno, estos me motivan algo más), Adam & the Ants, Lloyd Cole ni un largo etcétera. Nada, cero. Al final tendré que recurrir a los clásicos de siempre, como The Cure, U2, alguna de Prince…

¿Soy yo o es la música de los 80? Perdóname… quien seas el que estás allá arriba, por no ser petardo.