De geniecillos
Siempre me han llamado la atención los personajes con ese tratamiento, quizá sea por el aura sobrenatural que emana de tal palabra, el aura demoníaca, por influencia directa del daimon de Goethe en nuestro subconsciente colectivo (no soy yo el que dice esto, sino Argullol, aunque él no comete la osadía de trasladarse a la cultural pop). Y dentro de la música popular hay unos cuantos, si bien a la mayoría de ellos, con el paso de los años, esa calificación se les iba quedando anticuada.
- John Lennon. El primero de todos, quizá el más importante. Tomó el pop y el rock que había en su época y dio un paso o dos adelante, jugando, experimentando, haciendo que la música que parecía ser sólo para que la escucharan los jóvenes en los bares abarcara cualquier momento vital, se podía hacer pop sobre cualquier cosa, sobre cualquier sentimiento. Aunque sin el inmenso talento del no-genio Paul McCartney todo se hubiera quedado en agua de borrajas y sueños sin materializar.
- Jimi Hendrix. Como el genio anterior, sigue siendo considerado de tal forma porque tuvo la suerte de morir cuando debía. Pero antes hizo de las suyas: cogió una guitarra eléctrica y montó un pollo tremendo, hecho a base de la sexualidad y el dolor -a lo mejor son la misma cosa- del blues y del empuje del rock’n roll. Expandir las fronteras se le llama a eso. Su música tiene tanta pasión acumulada que los hippies no consiguieron apropiarse de su legado. Gracias a dios.
- Brian Wilson. Hizo varios temazos que podrían estar todos en la lista de las diez mejores canciones de la historia, y sería una lista justa. Aparte de eso, tenía un grupo llamado los Beach Boys que no estaba mal del todo. Él sí lo estaba.
- David Bowie. A éste no se le suele llamar genio por varias razones: porque los comienzos de su carrera son algo oscuros, no apareció como un rayo en medio del panorama musical de la época, aunque yo creo que es por ser demasiado listo y elegante para permitirse tal calificación. O puede porque simplemente no lo sea: en sus muchísimos discos también hay morralla, y no sólo en los de las dos últimas décadas. Pero si me quitan el Hunky Dory o el Ziggy Stardust, muerdo.
- Prince. El envoltorio de su música ha quedado, definitivamente, anticuado. Pero cuando te quitas los prejuicios de encima descubres todo su potencial creador y un sentido del soul y del funk que Michael Jackson se dejó olvidado en la década de los 70.
- Björk. Tras siete discos en solitario, se mantiene. Y cómo: en este nuevo siglo hay pocas canciones tan enérgicas como Declare independence. Le dio alma a la electrónica, la obligó a hacer las paces con el pop y le quitó los complejos de encima a base de experimentar sobre la experimentación. Y ya de paso creó un apasionante universo propio, rico y frágil, como su voz.
- Beck. Vale, después de Sea change ya nadie le considera genio, pero fue el último que he oído ser proclamado así a los cuatro vientos por la crítica internacional. Curioso: después de él parece que no se atreven a mentar al nuevo gran salvador de la música. Y Beck tiene ya una edad: ¿nos habremos secado de genios?
Bonus track: Phil Spector. Para algo produjo a todo dios, y de forma tiránica, en la década de los 60, inventó el muro de sonido y demostró que una grabación no tenía por qué ser lo más idéntico a la realidad que se pudiera: por así decir, le dio al disco entidad –y dignidad– propia. Además tocaba todos los instrumentos que se le pusieran por delante, y lo hacía bien. Por supuesto, en un par de años se volvió loco, si no lo estaba ya, se echó amantes tetudas sin cerebro y estuvo acusado de matar a una de ellas.