Apetitos afilados. Dientes entonados. Oídos hambrientos.

miércoles, diciembre 23, 2009

Discos de la década #13: Devendra Banhart, Rejoicing in the hands (2004)

El boom con que el mundo recibió a Devendra Banhart parece que se ha diluido de un tiempo a esta parte, sobre todo después de que el tipo más raro del folk decidiera emular a Led Zeppelin o Black Sabbath siempre, eso sí, desde su punto de vista personal. Y ya sabemos que la turba independiente sigue considerando a Led Zeppelin y a Black Sabbath dinosaurios del rock sin ningún interés.

Pero antes de eso, antes incluso de que su folk empezara a colorearse con sonoridades psicodélicas, Devendra sacó un disco en el que su guitarra y su voz bailaban casi al desnudo. Y el resto es historia, marcada por una personalidad única que además ha sido aglutinadora de talento. Numerosos artistas que intentan ofrecer una relación nueva entre indie y naturaleza han surgido bajo su protección.




Y el principio fue este Rejoicing in the hands. La fórmula no es nueva, y sin embargo ahí está la originalidad. Todo suena floreado, le ha quitado el polvo al folk, ahogado en su propia seriedad, y le ha dado libertad creadora. Cinco años después de su lanzamiento ya no sorprende tanto esta colección de canciones sacadas de debajo de la cama, pero su vitalidad sigue impresionando.

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jueves, diciembre 17, 2009

. Interludio . Primavera Club 2009 . Tened fe .

Un amigo me escribe. “No se trata de rezar, sólo de creer”. Asiento con la cabeza. Mi abrigo cae al suelo. Aposento músculos congelados en una butaca de madera color rojo. Con guantes, mejor. Ante ustedes, Primavera Club. Atención. El festival estrena modo de uso: Recorra usted, como buen fanático, todas las salas de Barcelona y/o Madrid, olvídese de la distancia entre ellas, del posible aforo completo, de sus condiciones sonoras. Mucho más de la comodidad de ver un concierto tras otro en el mismo escenario. Esto de Primavera Club va perdiendo el valor original de su propio nombre. Por dónde íbamos. Sí. “No se trata de rezar, sólo de creer”. Enfréntese usted a la selección de bandas, a los solapamientos horarios. Prueba superada. Con un notable para ser el experimento base. ¿Y ahora? Ahora nos queda creer. Pues bien. En el caso último, ciudad condal en cuestión, casi no alcanzamos el aprobado.

Para encabezarse, el tema estrella de toda publicación a la última en tendencias. Ante Health me creo a ZS. Aplastante arma de ruido condensado _véase instrumentación: dos guitarras eléctricas, una batería sin platos y un saxofón procesado_ sobre cuatro modestas sillas que juegan más tarde a dar palmas minimales contra un despliegue de fuegos de artificio que sólo sorprende el primer minuto, con diseño de lo más post moderno pero sin contenido alguno tras los pedales, tras las poses que quieren ser salvajes, aspirando melodías a abrir giras de los decadentes Placebo. Y ya que hablamos de muros sónicos, distorsiones infinitas y demás corrientes de moda, mejor ni dedicarle dos palabras a A Place To Bury Strangers. Sigamos.

The Pastels, The Black Heart Procession y, en menor medida, The Soundtrack Of Our Lives, consiguen ponerme de los nervios. Me canso. La máquinaria no acaba de engrasarse. Los matices son pocos, los papeles interpretados o bien están vacíos de luz propia, o bien están sobrecargados de tópicos hasta la saciedad más innecesaria. La dimensión de las canciones es plana. Me quedo con Fly, de Nick Drake, revisitada por los terceros. Llena de alegría. Y con la ironía de su cantante, no con su voz. Y para alegría, para ironía, Kid Congo & The Pink Monkey Birds y su rockabilly decididamente gay con straight guitar. Apasionante. Real. Con homenaje a Lux Interior, fundador de The Cramps, incluído. Para creer. Siguiente.

Dejen lugar a Pájaro Sunrise. Viene para quedarse. Toneladas de sinceridad, calidez y cercanía para desbancar de pleno a todos esos insoportables que rondan por el folk en inglés de este país: The Sunday Drivers, Russian Red, Gentle Music Men y un largo etcétera que promete continuar doliendo. Ignoremos mejor. Pelos de punta se prefieren. El autor de Done/Undone (Lovemonk, 2009), que no su banda de acompañamiento, tiene la consistencia de un Steve Earle, la elegancia de un M. Ward y la intimidad de un Damien Jurado. Y lo más importante: Sigue siendo él mismo. Eso sí. Si no fuera por estas agradecidas cualidades sobre las tablas, las canciones se quedarían en el montón. Una verdadera pena no haber disfrutado de Bigott en Barcelona. Su material promete un gran directo. Milton Malone just said.

Después vienen Woods con sus falsetes desde radios de otras épocas, sus cintas de cassette y su tan peculiar universo. Para irse a dormir con una sonrisa en la almohada. Scout Niblett, aforo completo. De Jeffrey Lewis & The Junkyard , de Beach House sólo necesito unos minutos para salir de la sala y volver a casa. No estoy para vergüenzas ajenas. Standstill siguen sabiendo lo que hacen, y lo hacen a conciencia y con elegancia _esta vez con sección de vientos, dj y cuarteto de cuerda a razón de un adelanto de su próximo álbum_ aunque sus fans más aguerridos sean insoportables cuando gritan las letras de principio a fin. A Devendra Banhart lo descarto directamente. Muchos huyen despavoridos nada más ver qué es lo que viene a decir en esta ocasión. Los mismos que responderían con un abucheo unánime (un simple shhh pero unánime) a la pregunta del cantante de Port O’Brien en su concierto del domingo en Apolo: ¿What you think, guys, about Devendra Banhart’s gig?

Y sobre la banda de folk divertido con coros en la cresta de la ola. Pues decir que lo más divertido en realidad fue su pregunta sobre el concierto de Devendra Banhart. El resto, un ejemplo de mal gusto en la formas. Se ve que los límites de la profesionalidad son débiles en estos mundos de la música independiente. Eso dicen. Además de defender un repertorio más que discutible, de los facilones, la batería latía a destiempo continuo y la guitarra rítmica era absolutamente insoportable, abrasiva, sin sentido. Decadencias varias olvidables. Cerca del fusilamiento. Menos mal que de pronto apareció su adorado Cass McCombs para salvarnos del declive y con una resaca no apta para focos. Y vaya si lo consiguió con sus deliciosas Catacombs (Domino, 2009) brillando al máximo ante una audiencia absorbida por la hipnosis atemporal de You Saved My Life y Harmonia.

Volvamos al presente. Los pies siguen fríos. Terminemos esto. A pesar de una primavera más bien insípida, acabo por creer ciegamente. Y lo hago viendo dos veces consecutivas a Retribution Gospel Choir. Breaker y Hide It Away sobrevuelan Apolo y Bikini repartiendo explosiones de electricidad por doquier. 60 minutos de rock imparable procedente de Duluth, Minnesotta; dos de ellos componentes de Low, a saber, voz, guitarra y bajo, más un enérgico batería destructor; formación clásica, a la antigua, para presentar parte de su segundo trabajo, a publicar en enero por Sub Pop, de nombre 2. Los impulsos de Alan Sparhawk son inflamables. Pasión descontrolada. Una carrera de fondo. Removiendo entrañas. Take Your Time y es el fin del mundo. Así mejor. Definitivo. No se trata de rezar, sólo de creer.

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miércoles, diciembre 16, 2009

Discos de la década #14: Antony & the Johnsons, I am a bird now (2005)

La música de Antony (Paul Hegarty) es tan personal como su voz. Pocas personas tienen un gusto tan exquisito para mezclar dramatismo de cabaret, soul y frescura pop. Pocas son capaces de llenar un disco de medios tiempos sin que resulte monótono, aburrido.

En I am a bird now no sobra nada. No hay una sola canción de relleno, no hay un arreglo en vano. Todo transcurre con la misma naturalidad con la que Antony desgrana sus emociones, huyendo de la exageración del melodrama en que ha caído en otras ocasiones. Y empatizas con él hasta anunciar orgulloso que “for today I am a boy”, o rezas y piensas que “hope there’s someone who’ll take care of me”, o proclamas a los cuatro vientos que “I’m free at last”.

La naturalidad es tal que parece que todo está siendo interpretado en directo, en este mismo instante. Percibes el aire alrededor de los instrumentos y a Antony acariciando el piano, apoyado (o mejor, arropado) por su banda, los Johnsons, que le da el toque de color justo a las canciones (una guitarra por aquí, unos vientos por allá). Y no tienen miedo del silencio, un aliado más. Todo fluye. Es lo que tienen las cosas no enlatadas, libres.

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miércoles, diciembre 09, 2009

Discos de la década #15: TV on the Radio, Return to Cookie Mountain (2006)


Hay una secuencia en Con la muerte en los talones (Alfred Hitchcock, 1959) en que un Cary Grant borracho intenta dominar un descapotable a toda velocidad con el que los malos pretendían despeñarle haciéndolo pasar por un accidente. En un esfuerzo realmente loable para lo ebrio que está, Grant (o, mejor dicho, Roger Thornill) empuja fuera del coche a su secuestrador y trata de no caer por el acantilado.

Como se acostumbraba a hacer en aquella época, Hitchcock grabó a Grant en el coche dando volantazos y luego añadió un fondo con más o menos fortuna, pues no siempre los giros del volante se corresponden con los que hace el paisaje de detrás. La escena, vista hoy día, produce una sensación extraña, pues eres plenamente consciente de que las cosas no encajan como deberían. Sin embargo, esa es la cualidad que hace a esta secuencia especial y añade diversión a la película sin que por ello se vea afectada la credibilidad de forma seria.

Esa es más o menos la sensación que tengo al escuchar Return to Cookie Mountain. Conoces todos los elementos pero parece que no están ensamblados de una forma corriente. Como si hubieran deconstruido las canciones: tienes por un lado un ritmo, por otro una armonía y luego superpones una melodía. Esa ambigüedad es la que le da al disco una sensación tan particular: al revés que la mayoría de grupos, TV on the Radio no experimentan con las partes sino con el todo.

Y el experimento les sale bien: quizá Dear Science (2008) sea más sólido, pero no supera la capacidad de sorpresa de su hermano, nacido dos años antes. Y es que con cada escucha vas descubriendo cosas nuevas, ensamblando las diferentes partes con que juegan estos neoyorquinos.

No obstante, no es una intelectualización del rock. Hay melodías, hay ritmos y hay armonías, y son altamente disfrutables. Mis límites en la cultura musical me impiden reconocer influencias o etiquetas para definirlos y empujar a aquel que no los haya escuchado todavía a hacerlo.

Pero demos unas cuantas ideas: la primera de ellas es una voz con soul, la de Tunde Adebimpe normalmente doblada varias veces y con coros, lo que le da mucha más presencia. Y la segunda, unas bases de aire trip hop con unos ritmos que van desde una machacona constancia hasta los saltos y síncopas africanos.

Si no los conocen, es posible que esto no les haya solucionado nada a la hora de imaginarse a lo que pueden sonar. No se preocupen, yo les he escuchado y todavía estoy pensando qué es.

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miércoles, diciembre 02, 2009

A cuidarse

El rock pasa factura. En menos de 15 días se han suspendido las giras de Will Johnson/Jason Molina, Mando Diao y Charlie Winston por enfermedad.

Oh, vale, no sé quién es Charlie Winston, lo reconozco, lo acabo de ver en la web de Monodosonoro. Ya me habéis aguado el texto.

Maldito invierano...